viernes, 28 de marzo de 2008

Grease indio

Sí, ayer no subí nada, y a partir de ahora no será la primera vez, que tampoco tengo tantas tonterías que compartir como para seguir este ritmo.

Y para recibir el fin de semana de buen humor y homenajear a algunos de los asiduos de este blog (declarados fans incondicionales del tipo en cuestión) aquí os dejo con una muestra de lo peligrosa que es la fusión de oriente y occidente. O, dicho de otra manera, qué pasa cuando un indio ve Grease 10 veces seguidas y luego hace un videoclip.



PD- Tranquilo Carlos, no montes en cólera, aunque principalmente ponga tonterías seguiré poniendo relatos.

miércoles, 26 de marzo de 2008

El principio de Peter

"En una jerarquía,
todo empleado tiende a ascender
hasta su nivel de incompetencia"
(LAURENCE J. PETER)


Para los que os preguntabais porqué los puestos de responsabilidad están siempre ocupados por idiotas, ahí tenéis una respuesta lógica y difícilmente revatible.
Y de propina, unas tiras de Dilbert para ilustrar el tema:


Y, sobre todo:

martes, 25 de marzo de 2008

"Cartas (Ella)" (2002)

Hola,

Antes de nada me gustaría disculparme por haber tardado tanto tiempo en contestarte, sobre todo sabiendo que la espera te habrá resultado bastante agobiante, supongo. Así que, lo siento.
En tu carta decías que me sorprendería tu cobardía pero no tus sentimientos. Pues verás, en lo primero tienes algo de razón, ya que una declaración por carta no es algo que una se espere, pero no digas que es un acto cobarde, a mi me pareció precioso. En cuanto a lo que sientes por mi he de admitir que, en contra de tus sospechas, me ha cogido absolutamente por sorpresa. Te aseguro que las veces que hemos estado juntos nunca he notado nada que me hiciera imaginar tu interés por mi, y mucho menos a un nivel como el que plasmas en tu carta. A decir verdad, tanto lo inesperado de la situación como la forma de expresarte me han hecho incluso dudar de la fiabilidad de tu declaración, que en algún momento llegué a considerar una broma de mal gusto, idea que deseché definitivamente por lo emotivo de tus sentimientos. No podían ser de mentira. Es esa desconfianza una de las razones de mi tardanza, pero la fundamental ha sido el miedo, el miedo de no estar a tu altura al contestarte. Tras mucho pensarlo he llegado a la conclusión de que lo mejor es escribir lo que siento, lo que pienso, sin darle más vueltas, como salga, del mismo modo que, supongo, lo hiciste tú en su día con esa carta que quiero agradecerte por lo halagador de sus palabras, por lo bien que me ha hecho sentir. En fin, que lo único que puedo responderte es que no quiero salir contigo porque no me gustas.
No sé qué más decirte, así que casi mejor me despido. Besos,

Marina

Pdta.- Siento no ser tan buena como tú escribiendo, pero espero que agradezcas mi sinceridad como yo agradecí la tuya.

Pdta.2- Espero que esto no interfiera en nuestra amistad, porque me caes muy bien y sería una pena.

Pdta.3- Una vez más te pido disculpas por haber tardado tanto en escribir.

lunes, 24 de marzo de 2008

"Cartas (Él)" (2002)

Hola,

¿Sabes que estoy loco por ti? Te quiero un montón. Sí, muchísimo. ¿Sorprendida? No, no lo creo. Bueno, tal vez te sorprenda por una parte que al final me haya atrevido a decírtelo y, por otra, que sea tan cobarde como para hacerlo por escrito. En cierto modo esta decisión no solo implica cobardía, sino también una considerable dosis de estupidez. Digo esto porque los dos sabemos que la posibilidad, remota, de que tu reacción fuera positiva ante esta revelación, se basaría, digamos, en la “magia del momento”. Con esto me refiero a que, tal vez, lo romántico y... ¿cómo decirlo?... emotivo de la situación haría que tu femenina sensibilidad se manifestara de forma espontánea y descontrolada, haciendo que la irracionalidad nublara tu cerebro y me recibiera en tus labios. Pues bien, es precisamente este hecho el que me disuade de una declaración al uso y me remite a otra más propia de un siglo anterior (digamos el XVIII, por ejemplo). Sucede que la anteriormente comentada reacción de transigencia involuntaria ante mis intenciones sería, sin lugar a dudas, pasajera y, al no ser eso lo que yo busco, prefiero utilizar este método que, aunque me resta un considerable porcentaje de posibilidad de éxito, me asegura que éste, lindando con lo imposible, sería más fiable y valioso.

No sé qué más decirte, así que casi mejor me despido. Un abrazo,

Óscar

Pdta.- Que supongo que ha quedado claro y no hace falta que lo diga pero, por si acaso, con esta carta te estoy pidiendo que salgamos.

Pdta.2- ¿Me puedes hacer un favor? No tardes demasiado en contestar, ¿vale? Muchas gracias.

Pdta.3- Por cierto, contéstame sea lo que sea lo que decidas. Es que si no me contestas voy a estar comiéndome la cabeza pensando si es que pasas de mi o no has recibido la carta. Gracias.

viernes, 14 de marzo de 2008

Los vascos en el cine

Y para terminar la semana, un poquito de humor.



Buen fin de semana a tod@s y buen viaje para quienes se vayan de vacaciones.

jueves, 13 de marzo de 2008

Paréntesis (Nerea)

¿A alquien le apetece ver un corto? Venga va. Y si eso, pues en vez de verlo aquí os lo ponéis en el youtube y así sigue subiendo el contador de reproducciones, que ya está en 216. Cuidado que hay gente aburrida navegando por internet. :)



Bueno, cualquier día de estos M.A. me dirigirá otro guión, que se le están acumulando. Y ya tiene mérito teniendo en cuenta que escribo uno algo así como cada dos años.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Esos locos bajitos (y peludos)


Por suerte, por muy rarita que se esté poniendo Kira últimamente, no llega a ciertos niveles.

No habla:



No es el gato del infierno:



No está absolutamente loca:



Ni hace tantas tonterías:



Y además, como es mona, se le perdonan las cosas más fácilmente que a otros con peor pinta.



martes, 11 de marzo de 2008

Kira

Hoy me toca presentar a una de mis dos compañeras de piso. Se llama Kira, y aunque últimamente le están dando unos cambios de humor preocupantes, es una buena compañía.

(Casi recién llegada)



(Descansando)



(Acechando)



(Viendo mundo)

Y cualquier día de estos presento a mi otra compañera de piso. ¡Tiembla! :-P

lunes, 10 de marzo de 2008

Damien

Hace apenas año y medio no sabía quién era. Ahora sé que es y será parte de la banda sonora de mi vida. Lástima que en tan solo dos discos ya se empiece a percibir su cuesta abajo y que haya cometido el error de romper su relación profesional con Lisa Hannigan. Aún así, y aunque nunca vuelva a acercarse al nivel anterior, solo por lo ya hecho se merece un puesto en cualquier compilación de mi música favorita: cantante, canción, disco, letra, etc... Es increíble cómo se pueden transmitir sentimientos con tanta fuerza. Eso no es interpretar una canción, es vivirla. Y no encuentro una manera mejor de describir ese don que el post que una persona dejó por la red en un foro sobre Damien Rice y su canción I Remember:

"It would bring a tear to a glass eye"



PD - Adios señor de los fósiles. No por prevista una mala noticia deja de ser mala.

viernes, 7 de marzo de 2008

Viernes

Bueno gente, ya está aquí el fin de semana. Así que hala, a disfrutarlo sin complejos.

(Video no apto para espactadores sensibles)



PD- Felicidades Teresa. Siento que te haya tocado compartir felitación con eso. :)

jueves, 6 de marzo de 2008

De porqué odio el hielo y los niños ingleses (Making of)

Casi todo lo que he escrito a lo largo de los años tiene siempre una parte de realidad y una de ficción. Los porcentajes de una y otra varían sustancialmente, pero lo normal es que el de la primera sea notablemente inferior. A lo largo de los años y de un considerable número de relatos y guiones he acabado creando una especie de patrón en el que, al margen del género tratado y la calidad de la pieza, hay casi siempre un fondo común bastante reconocible. Lo normal es que mi lector se encuentre con un personaje principal hombre y joven que, de una forma u otra, tiende a lo ridículo, lo patético o lo extremo por una mujer. A poco que se me haya leído con cierta asiduidad es fácil dar una y otra vez con estos personajes que me han acompañado durante más de diez años. De hecho, a menudo, tienen incluso el mismo nombre. En esto, y en nada más (ya me gustaría) me recuerdo literariamente a Juan José Millás. Del mismo modo que también me identifico con él respecto a esa necesidad de crear historias increíbles a partir de situatciones o sentimientos reales. Es cuestión de tomar ese pequeño fragmento de realidad y disfrazarlo con la imaginación y las palabras hasta que quede prácticamente irreconocible.

Respecto a "De porqué odio el hielo y los niños ingleses", es difícil decir a estas alturas cuánto tiene de veraz y cuánto de imaginado. Han pasado 10 años desde los sucesos y 9 desde su redacción, así que ni siquiera yo soy capaz de distinguir con claridad qué sucedió en la realidad y qué creó mi mente. Eso sí, por suerte o por desgracia tengo pruebas que demuestran que, al menos lo más básico de la historia, es cierto:



Y más concretamente, aquí algunas pregutnas y respuestas al respecto:

- ¿Me partí allí la ceja patinando sobre hielo?

Sí, como atestigua la foto y la cicatriz que me acompaña a perpetuidad.

- ¿Sucedió en Inglaterra?
Sí, en un pueblo llamado Chester durante el mes de Julio de 1998.

- ¿Fue culpa de un niño inglés?

Definitivamente sí.

-¿Existe Marina?

No. O al menos no con ese nombre ni con ese "interés" por mi parte. Si bien es cierto que el personaje está basado en alguien presente en ese viaje cuyo nombre ni siquiera recuerdo.

-¿Tuvo esa señorita alguna culpa del "accidente"?

En parte. Es cierto que me convenció para despegarme de las barandillas. Al margen de ese detalle, casi todo lo referido a ella es ficticio.

Y sin más que añadir me despido. Si alguien tiene alguna pregunta más sobre este relato que, a pesar de no gustarme especialmente, siempre ha tenido una gran acogida entre el púbclico (especialmente entre el femenido), preguntad aquí mismo y probablmente seréis respondidos.

miércoles, 5 de marzo de 2008

"De porqué odio el hielo y los niños ingleses" (1999)

Allí estaba yo. En mi vida se me había pasado por la cabeza ponerme unos patines. De hecho, de pequeñito, cuando veía los anuncios de esos pedazos de plástico de colorines con cuatro ruedas en la base y las palabras Fisher Price en un lateral, pensaba en cómo podría haber niños tan tontos como para ponerse eso y jugarse su breve vida o, mejor dicho, padres tan cabrones como para jugar con las de sus hijos.

Bueno, el caso es que a los dieciséis años lo más inestable que me había calzado eran unos zapatos con tacón de aguja, aunque esa es otra historia. Pero, al parecer, un viaje a Inglaterra con una agencia de idiomas me pareció un buen momento para arriesgarme (tal vez fueran las secuelas del desfase horario) y lanzarme a una aparentemente inofensiva pista de hielo montado sobre unas botas con cuchillos.

Tardé aproximadamente unos tres segundos y dos pasos en deducir que mi vida correría peligro en el mismo instante en que dejara de mantener contacto con la barandilla que rodeaba la pista. Es por ello que durante una hora me lo pasé en grande arrastrando mis piernas absolutamente inmóviles agarrándome a la barra metálica, a la que, sinceramente, acabé por coger cariño. Además incluso me da la impresión de que me gané a la gente que pasaba junto a mí, que seguramente pensarían que cómo se esforzaba ese chico paralítico para patinar.

No obstante, para mi desgracia, aquella experiencia a punto de ser satisfactoria, aunque no demasiado dignamente superada, estaba abocada a convertirse en otro episodio lamentable de los que jalonan mi adolescencia. Y una vez más, cómo no, fue una mujer la culpable de la catástrofe (y que conste que no soy misógino, son datos objetivos).

Resulta que en una de las múltiples vueltas que daba a la pista, Marina la de los rizos rubios y los ojos verdes, a la que siempre miraba y nunca veía mirarme, esa que todavía no me había dirigido la palabra, decidió que era el mejor momento para comenzar una relación de amistad. (Mira que son raras, ¿eh?). Hay gente para todo y la vida tiene un sentido del humor muy particular. Dos semanas esforzándome por resultar lo más misterioso y compuesto del mundo y justo tiene que reparar en mi existencia cuando parezco un lisiado levantándose del water.

Bueno, el caso es que yo estaba a lo mío cuando de repente aparece delante de mí y con su preciosa voz me lanza una invitación que yo consideré cargada de buena fe, algo que a día de hoy todavía está por demostrar.

- Venga, suéltate.

La cara de tonto que se me tuvo que quedar no debió de parecerle tal, sino que la confundió con cara de duda. Insistió:

- Vamos, tú tranquilo. Tú dame la mano que yo te llevo.

Hostia, q le de la mano, si va a resultar que esto de patinar tiene su miga. Ella, ante mi empanamiento, me cogió de la mano y arrancó. Pues eso, que para cuando me di cuenta estaba patinando en el sentido estricto de la expresión. Bueno, o algo así, porque seguía sin levantar los pies del suelo. Vamos, que cualquiera me tomaría por uno más de esos suicidas que llenaban la pista, siempre que no supiera que en ese momento estaba muerto de miedo y no hacía más que dejarme llevar por la experta Marina.

Dos vueltas más tarde comencé a perder el pánico y a analizar la situación. Lo de no caerme estaba resultando de lo más reconfortante, tanto para mi orgullo como para mi sistema nervioso, y el asunto de ir cogido de la mano de esa muchacha tampoco estaba nada mal. Pero como constante inquebrantable en mi vida se respetó la ley que dice: “La proporción del ridículo o fracaso en la relación con una mujer, será siempre directamente proporcional a la belleza de ésta”. Y por desgracia, Marina era muy guapa.

Sucede que a mi querida e ¿inocente? compañera le dio por ir un poco más allá (en cuanto al asunto del patinaje, me refiero) y de pronto, sin avisar ni leches, va y me suelta.

- Venga, sígueme, que lo haces muy bien.

Sí, de puta madre. El caso es que por un momento me lo creí. Ella se adelantó un poco y yo mantuve el ritmo. “No está mal”, pensé confiado. Prácticamente había recorrido todo lo largo de la pista cuando un mocoso bebedor de té se me cruzó de golpe y ¿para qué coño sirven los piquitos que hay en la parte posterior de las cuchillas? Para frenar, pensé yo. Pues coño, resulta que no. Al parecer hay que frenar poniendo los patines de lado y la sierrecita esa es para ponerse de puntillas. ¿Y quién cojones se pone de puntillas sobre un montón de hielo? Hay que joderse. En fin, el caso es que a mi lo de clavar las puntas de las cuchillas me pareció una buena y lógica forma de parar. Por desgracia siempre he sido de letras y no estoy demasiado familiarizado con algunos principios fundamentales de la física, como la inercia. Así que salí proyectado hacia delante con tal fuerza que no tuve tiempo ni de mover los brazos, de forma que aterricé con la cabeza. Es curioso cómo con lo blanda que es el agua lo duro que está el hielo. La naturaleza está repleta de misterios fascinantes.

Aturdido y con la cabeza embotada, además de con los pantalones empapados (por el hielo, no saquemos deducciones extrañas), acerté a ponerme a cuatro patas.

- Inútil, ¿ya te has caído?

Fueron las palabras de ánimo que me hicieron levantar la mirada para ver, un tanto borrosa, la cara de Marina, cuya sonrisa, que ya no me parecía adorable sino mezquina, se convirtió en una curiosa mueca que me resultó divertida.

- Mierda, enseguida vuelvo, no te muevas.

Y salió patinando a toda leche. No te muevas. ¿No te jode? Si te parece me quedo aquí en medio de la pista a cuatro patas. ¿Y a dónde narices vas? Reconozco que en aquél momento estaba un tanto irascible.

Bajé la cabeza y una gran gota de sangre cayó sobre el hielo. Si ya de por sí era grande, al entrar en contacto con el hielo se expandió y formó una mancha rosada de unos tres centímetros de diámetro (así a ojo). A ésta le siguieron otras tres o cuatro gotas, y el charquito rosa cada vez más grande. Un tanto desconcertado levanté la mirada hacia el techo con la intención de descubrir de dónde procedía aquél líquido rojo. Debía de encontrarme bastante noqueado, porque tardé unos cuantos segundos en plantearme la posibilidad de que la sangre manara de mi cabeza y no de algún punto indeterminado sobre ella. Una vez aclarado este punto comencé a tantear mi dolorida cara en busca de la gotera. ¿La nariz? No. ¿La boca? Tampoco ¿La frente? La yema del dedo corazón en toda su magnitud, que es más de la que parece, entró en una grieta húmeda, caliente y pegajosa a la altura de mi ceja derecha. Aparté la mano y comprobé que tenía el dedo lleno de sangre.

De acuerdo, la herida estaba localizada. No estaba mal teniendo en cuenta que no sentía nada de nariz para arriba, tan sólo una especie de cosquilleo. Ajeno a las personas que patinaba a mi alrededor y que, sorprendentemente, también se mantenía ajenas a mi tragedia, comencé a andar hacia la barandilla. Andar a cuatro patas, por supuesto, y dejando un curioso camino de gotitas rojas. En fin, que cuando llegué a la barra y conseguí erguirme miré con el ojo izquierdo, el único que respondía a la orden cerebral de abrirse, hacia el lugar del accidente. En el suelo había quedado un charco de sangre de tamaño nada despreciable. Me sorprendió el hecho de que se pudiera sangrar tanto en tan poco tiempo, pero mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando una alegre y rolliza ciudadana británica pasó por encima del charco y ya que, como todo el mundo sabe, (a mi eso me dijeron después) lo que realmente resbala no es el hielo sino la fina película de agua que hay sobre éste, se pegó una leche del copón.

A mi eso me hizo gracia hasta que aparecieron dos tíos de metro noventa y chalecos amarillos fosforito que, conducidos por Marina, se dirigieron al punto del siniestro y recogieron a la mujer, sorprendida por la eficiencia del personal. Un tanto molesto por el robo de protagonismo agité el brazo vehementemente. No obstante, tuvo que ser Marina la que les hiciera reparar en mi lamentable presencia. Se dirigieron hacia mi, cada uno me tomó por un hombro y comenzaron a llevarme en volandas, por mucho que yo me empeñara en mover las piernas adelante y atrás como si fuera un digno patinador profesional. Gracias a Dios, lo grotesco de mi cara, camiseta y manos ensangrentadas, hizo que nadie reparara en ese detalle con el que se cerraba aquel lamentable episodio de mi estancia en tierras, y hielos, ingleses.

Otras anécdotas inmediatamente posteriores podrían llevar títulos como “De por qué odio saber idiomas”, en la que profundizaría sobre lo violento de ir en una ambulancia con un enfermero inglés que cree que no le entiendes cuando habla por el walkie-talkie con el hospital sobre la gravedad de tu herida, o “De por qué odio los souvenires originales”, donde relataría lo increíble que puede llegar a ser que una enfermera te pregunte si quieres llevarte los puntos de sutura en una bolsita como recuerdo.

martes, 4 de marzo de 2008

Si Pudiera

Quién me iba a decir que te iba a gustar esta canción.



Si pudiera a la tienda de los sueños ir a comprar con poco dinero todo lo que hasta ahora pude ganar. Si allí vendieran billetes para el tren de "otra oportunidad" encargaría un ticket de ida a la estación perdida donde mi vida fue a descarrilar.

Si pudiera desde aquel momento volver a empezar. Ilusiones, castillos de arena en el fondo del mar esperanzas. Asi que ¿eso es todo? se me marchó el tiempo y es ya tarde. Tengo miedo de irme a la sombra del cielo, me queda tan poco y tanto que arreglar.

¿Quién no hizo alguna vez locuras por una mujer? ¿Quién no quiso alguna vez algo que no pudo tener? ¿Quién no hizo alguna vez promesas a una mujer? ¿Quién no quiso alguna vez...? Si pudiera...

¿Quién no hizo alguna vez locuras por una mujer? ¿Quién no quiso alguna vez algo que no pudo tener? ¿Quién no hizo alguna vez promesas a una mujer? ¿Quién no quiso alguna vez...?

Si pudiera desterrar de mí la esperanza de verte y olvidarme de todo aquello que no se puede cambiar. Despedidas, si quieres un recuerdo te regalo mi pena y esta noche duermo solo y quizás te encuentre en mis sueños que es donde sólo te puedo encontrar.

Si pudiera pasear por las calles sin hacerme preguntas y en la noche escuchar a la luz en la oscuridad. ¿Qué me has hecho?, me quitaste la vida sólo pienso en la muerte. Poco a poco los pasos se hunden en el aire negro, ladran las estrellas, llora la ciudad.

¿Quién no hizo alguna vez locuras por una mujer? ¿Quién no quiso alguna vez algo que no pudo tener? ¿Quién no hizo alguna vez promesas a una mujer? ¿Quién no quiso alguna vez...? Si pudiera...

lunes, 3 de marzo de 2008

Pfffffff

Dios mío. Ya es otra vez



Cuantísima pereza. No apetece hacer absolutamente nada, ¿verdad? En fin, habrá que buscar algo para animarse un poco. Algo como la marioneta más expresiva de la historia.



Por cierto, felicidades ANA. 30 años. Qué barbaridad. :)