miércoles, 29 de julio de 2009

El anciano de la carta al vacío (1er sueño)

Durante esa primera noche el contenido del pequeño sobre era una breve carta, apenas una cuartilla doblada sobre sí misma en la que la ya fallecida esposa del hombre le escribía una breves y cariñosas líneas desde su pueblo. Lo curioso es que esa carta se había escrito a principios de los años cincuenta, cuando ella, apenas un año después de contraer matrimonio, tuvo que ausentarse del hogar para solucionar unos asuntos familiares relacionados con la herencia de una finca.

Bueno, en realidad que la carta se escribiera en los años cincuenta no tenía especial relevancia. Lo realmente sorprendente es que la misma no llegara a manos de su destinatario hasta más de medio siglo después, cuando su remitente había fallecido hacía ya siete años. Así el anciano, que afortunadamente había residido en la misma casa desde que abandonó la de sus padres, recibió lo que para él era una misiva de amor desde el más allá.

Después de observar el sobre cerrado durante horas hasta atreverse finalmente a abrirlo y leer las 12 líneas de su contenido una y otra vez, optó por telefonar a Correos donde le pidieron que al día siguiente acudiera a su oficina central con la carta en cuestión, bastante sorprendidos por la noticia.

Fue en su camino al centro cuando yo coincidí con él por los pasillos del metro. Al llegar a la oficina le recibieron con mucha atención, conduciéndole a un despacho en el que un hombre y una mujer (ambos bien vestidos y sin cara de haber pasado una sola hora atendiendo al público tras un mostrador) le explicaron lo sucedido, averiguado contrarreloj gracias a la eficiente organización de la entidad.

La carta en cuestión se había traspapelado en la oficina del pueblo el mismo día en que la tristemente fallecida Doña Emilia Linares la había entregado al empleado de correos. Un hombre con un expediente intachable, por cierto. No obstante y por desgracia, aquél sobre en concreto, el único de los miles que pasaron por sus manos a lo largo de 37 años de servicio, acabó por accidente tras uno de los grandes cajones metálicos del armario que se utilizaba como archivador principal. Recientemente, y con motivo de una ambiciosa reforma para equipar al pequeño pueblo con una nueva oficina al nivel de las exigencias del mundo actual, todo el antiguo y eficiente mobiliario se había eliminado. Casualmente, el armario en cuestión se había tenido que desmontar debido a su peso y tamaño y, en el proceso, un pequeño sobre intacto, aunque algo manchado de óxido, había salido a la luz. El actual responsable de la oficina, curiosamente hijo del anterior y heredero de su vocación, optó por enviar la carta por correo urgente preocupado por el que era probablemente el único envío no consumado de todos los que correspondieron a su padre. Es por ello que, tan solo un día después, el sobre y su contenido se encontraban en el buzón del portal número 5 en la calle del Carnero.

Definitivamente, una carta de amor desde el más allá.

4 comentarios:

Inmaken dijo...

Ojalá todas las ineficacias de correos fuesen tan bonitas :D

Cuanto da de sí el metro (",).....y yo q me alegro de volver a leerte!

un abrazo sol
mua

Anónimo dijo...

Y hasta aquí este blog?a que no!has vuelto!vas a tener q aplicarte más para el anonimato, aunk nos alegramos de k no lo hagas

Anónimo dijo...

Se me olvidaba: espero q te pongas buena pronto inma, un besiño
diana

Inmaken dijo...

Gracias bonica!
bsts