martes, 28 de julio de 2009

El anciano de la carta al vacío (Introducción)

Cuando esa mañana me crucé por las escaleras del metro con aquel anciano llevando un pequeño sobre dentro de una bolsita para congelar alimentos, no le di ninguna importancia. No obstante, esa misma noche me descubrí a mí mismo pensando en él. Era un pensamiento casi obsesivo que no me dejaba conciliar el sueño ya que las preguntas que se habían estado gestando en silencio durante el día me atacaron de pronto en la oscuridad de mi dormitorio. ¿Qué contendría aquel sobre? ¿Una carta? ¿A cerca de qué? ¿Recibida o a enviar? ¿Y por qué motivo ese extraño modo de transporte? Obviamente el hombre en sí jamás hubiera despertado mi interés, pero ese pedazo de papel blanco guarecido en una bolsa transparente con autocierre convirtió a un figurante cualquiera en el protagonista de mi mente. Esos tres dedos huesudos pinzando escrupulosamente la esquina de la bolsa, como si el plástico de ésta no fuera suficiente aislante entre el sobre y la piel, se presentaban en primer plano cada vez que cerraba los ojos. ¿Qué texto se merecía ser custodiado prácticamente al vacío?

Por suerte aquella noche la absurda obsesión no impidió que fuera dejándome llevar por el sueño poco a poco y, mezclando ficción y memoria, consiguiera quedarme dormido. Fue en ese periodo de duermevela en el que la primera historia del anciano de la carta al vacío empezó a tomar cuerpo. Una primera historia que creció en el mundo de los sueños y que al día siguiente recordaba tan solo a grandes rasgos. Eso sí, lo suficientemente completa para que en absoluto saciara mi curiosidad.
[...]

No hay comentarios: