jueves, 6 de marzo de 2008

De porqué odio el hielo y los niños ingleses (Making of)

Casi todo lo que he escrito a lo largo de los años tiene siempre una parte de realidad y una de ficción. Los porcentajes de una y otra varían sustancialmente, pero lo normal es que el de la primera sea notablemente inferior. A lo largo de los años y de un considerable número de relatos y guiones he acabado creando una especie de patrón en el que, al margen del género tratado y la calidad de la pieza, hay casi siempre un fondo común bastante reconocible. Lo normal es que mi lector se encuentre con un personaje principal hombre y joven que, de una forma u otra, tiende a lo ridículo, lo patético o lo extremo por una mujer. A poco que se me haya leído con cierta asiduidad es fácil dar una y otra vez con estos personajes que me han acompañado durante más de diez años. De hecho, a menudo, tienen incluso el mismo nombre. En esto, y en nada más (ya me gustaría) me recuerdo literariamente a Juan José Millás. Del mismo modo que también me identifico con él respecto a esa necesidad de crear historias increíbles a partir de situatciones o sentimientos reales. Es cuestión de tomar ese pequeño fragmento de realidad y disfrazarlo con la imaginación y las palabras hasta que quede prácticamente irreconocible.

Respecto a "De porqué odio el hielo y los niños ingleses", es difícil decir a estas alturas cuánto tiene de veraz y cuánto de imaginado. Han pasado 10 años desde los sucesos y 9 desde su redacción, así que ni siquiera yo soy capaz de distinguir con claridad qué sucedió en la realidad y qué creó mi mente. Eso sí, por suerte o por desgracia tengo pruebas que demuestran que, al menos lo más básico de la historia, es cierto:



Y más concretamente, aquí algunas pregutnas y respuestas al respecto:

- ¿Me partí allí la ceja patinando sobre hielo?

Sí, como atestigua la foto y la cicatriz que me acompaña a perpetuidad.

- ¿Sucedió en Inglaterra?
Sí, en un pueblo llamado Chester durante el mes de Julio de 1998.

- ¿Fue culpa de un niño inglés?

Definitivamente sí.

-¿Existe Marina?

No. O al menos no con ese nombre ni con ese "interés" por mi parte. Si bien es cierto que el personaje está basado en alguien presente en ese viaje cuyo nombre ni siquiera recuerdo.

-¿Tuvo esa señorita alguna culpa del "accidente"?

En parte. Es cierto que me convenció para despegarme de las barandillas. Al margen de ese detalle, casi todo lo referido a ella es ficticio.

Y sin más que añadir me despido. Si alguien tiene alguna pregunta más sobre este relato que, a pesar de no gustarme especialmente, siempre ha tenido una gran acogida entre el púbclico (especialmente entre el femenido), preguntad aquí mismo y probablmente seréis respondidos.

2 comentarios:

Inmaken dijo...

Vengaaaa valeeee
ahí va mi pregunta:

¿para cuando Murnau?????

:P, ahora que has abierto la caja de Pandora no me puedes dejar así.


besucos enormes

Anónimo dijo...

¿Hasta cuando tienes previsto conservar el miedo atroz al patinaje sobre hielo? yo creo que es ya hora de que lo vuelvas a intentar... al fin y al cabo, si las cuentas no me fallan, tienes dos cejas... todavía te queda una!
dIANA*